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sábado, 12 de diciembre de 2015

Mi mujer atiende a dos
amigos de mi hija

Somos un matrimonio felizmente casados desde
hace 30 años. Yo tengo 55 años, y mi esposa 50.
Soy un tipo normal, con algunos kilitos de mas ,
ni lindo ni feo, que siempre conquisté mujeres a
partir de mi humor y mi inteligencia, no porque
fuera una belleza.
Entre esas conquistas, la mejor, sin dudas ha sido
mi esposa. Hoy Viviana, con 50 años se mantiene
tan atractiva como siempre. Muy lindas piernas,
con apenas algo de celulitis, un buen trasero, una
cintura delgada, unas tetas pequeñas, pero que
parecen de una mujer 20 años menor, una
espalda con muy buenos hombros, cuello delgado
y largo, y un rostro casi sin arrugas. Todo esto
hace que los hombres que la cruzan por la calle le
dediquen siempre una segunda mirada. Ni se
imaginan lo que era con 18 años cuando la
conocí.
Nuestra vida transcurrió normal, nos casamos y
tenemos una hija de 25 años que por cuestiones
de estudio está muy poco con nosotros.
En relación a nuestra vida sexual debo confesar
que ha perdido mucho del interés que tenía al
principio. Teníamos relaciones muy de vez en
cuando, y es que los problemas cotidianos nos
hacían llegar a la cama agotados y nerviosos, y
eso no es un buen antecedente para tener
relaciones placenteras.
Por la mañana estoy en casa, o haciendo trámites
cerca, y por la tarde me voy a trabajar y vuelvo
muy tarde. Debo confesar, eso sí, que alguna vez
le he sido infiel pero no pasaron de escarceos
ocasionales, nada serio. Sin embargo esas
situaciones sirvieron para que me preguntara que
haría si fuera mi mujer la que tuviera esas
aventuras, y descubrí que sería capaz de tolerarlo
y perdonarla, si lo hiciera con alguien a quien yo
no conociera. No había tenido demasiada
experiencia con otros hombres. Tal vez lo que
mas me dolería sería que el otro se burlara de mis
cuernos.
Este relato se origina en una situación que me
impactó y cambió la visión que tenía de ella y de
nuestro matrimonio, y que me dejó en una
posición que no se como manejar.
Un fin de semana, mi hija volvió a casa y tuvo la
ocurrencia de invitar a un grupo de amigos a
cenar. Aprovechando el tiempo bueno, y el gran
parque de mi casa, los jóvenes se reunieron
afuera y allí asaron carne y charlaron y
escucharon música hasta muy tarde. Cuando
llegaron nos saludaron. Uno de ellos, el más
lanzado aprovechó para abrazar y besar a mi
esposa, elogiando su belleza y diciéndole que las
chicas más jóvenes no tenían ni para empezar.
Ella se puso colorado y lo apartó con una sonrisa
diciéndole que dejara de burlarse. Por fin se
fueron al parque y nos dejaron tranquilos.
Yo me quedé en mi oficina navegando por
internet, y mi esposa con su netbook, en el
comedor, donde yo escuchaba que a cada rato
entraba alguno de los jóvenes a buscar algo para
tomar o alguna otra cosa.
Al principio no presté demasiada atención a las
voces, pero de pronto algo me llamó la atención.
La voz de Gerardo, el joven lanzado, se escuchaba
con mucha repetición, y era evidente que era
quien más seguido venía a la casa. De a ratos su
voz se convertía en un susurro que no llegaba a
entender, y la risa de mi mujer me señalaba que
algo gracioso había dicho. Más que gracioso, las
expresiones de mi esposa, mostraban que las
frases tenían un claro doble sentido.
“ Que cosas dices, Gerardo” “Que puedo ser tu
madre, niño” “ Ni lo pienses”, eran las frases que
mas abundaban.
Me sentí molesto por esta situación, pero nada
podía decir. Después de todo era amigo de mi
hija, y en el fondo me agradaba que este
muchacho apreciara a mi mujer. No hay nada
peor que tener de pareja una mujer a la que
nadie desea.
A eso de las 2 de la mañana decidí ir a acostarme.
Se lo comuniqué a mi esposa, y me dijo que iba a
quedarse un rato más, por si necesitaban algo. La
respuesta de mi esposa no me gustó, y con toda
la picardía me fui a acostar, pero en realidad me
quedé en el pasillo desde donde podía escuchar lo
que hablaran y si alguien venía, podía meterme
rápido en la cama y simular que dormía.
Al rato, Gerardo entró a la casa.
- Vivi, ahí afuera están todos tomados y yo me
aburro. Yo se que tu sabrás divertirme.
- Busca a gente de tu edad para divertirte. Yo soy
mayor y ya iba a acostarme.
- Justamente, en esa diversión había pensado.
- Gerardo, basta con tus insinuaciones, que si te
escucha mi esposo se va a armar...., dijo, pero
con una voz que claramente invitaba al joven a
que siguiera. El cortejo le agradaba sobremanera.
- Tu marido está en el estudio, si quieres le
pregunto si nos deja jugar a algo.
- No, mi esposo fue a acostarse y de cualquier
manera no creo que te autorice a la clase de
juegos que estuviste proponiéndome.
- ¿ Se fue a acostar? ¿ Solo? ¿ Y no te llevó?
Disculpa Vivi, pero tu maridito está gagá. Yo no
me acostaría en esta casa sin tenerte a mi lado, te
lo dijo de verdad.
- Gerardo, me parece que tomaste mucho. Sería
bueno que te refrescaras un poco
- Ahora que lo pienso, estamos solos, así que
podemos seguir conversando con mas intimidad,
no te parece?
- No me parece. Y quédate donde estás. Si mi
esposo se levanta y nos encuentra tan cerca,
vamos a terminar mal.
- Hagamos una cosa. Ve a ver si está dormido.
- No Gerardo, no hace falta, porque no pienso
hacer nada que mi esposo no pueda ver.
Un silencio se extendió por unos minutos. Un
ruido sordo de forcejeo se escuchó quedamente.
- ¿ Qué haces? ¿ Estás loco?
- Vamos Vivi. Estás tan caliente y excitada como
yo. No lo niegues, así que para que perdemos
tiempo. Ve a ver que hace tu esposo, o de lo
contrario voy yo.
Se escucho ruido de ropa que se acomodaba y yo
rápidamente me metí en la cama y simulé estar
profundamente dormido. Intencionalmente había
dejado unas píldoras de dormir sobre la mesa de
noche, lo que fue muy inteligente. Mi esposa
entró, me llamó suavemente y como no respondí
se acercó a la cama. Me vio dormido y además vio
las pastillas sobre la mesa. Estaba claro que pensó
que estaba dormido profundamente y no iba a
despertar. Luego de un minuto, apoyó la puerta y
salió.
Esperé unos segundos y me levanté sin hacer
ruido. Al llegar al pasillo no se escuchaba nada.
Despacio me asomé y con sorpresa veo a mi
esposa acostada en el sillón y a Gerardo sobre ella
metiéndole la lengua en la boca hasta el fondo
mientras le manoseaba las tetas. Luego de unos
segundos una de sus manos descendió hasta
adueñarse del sexo de mi mujer por encima del
pantalón que tenía puesto. La forma en que lo
rozaba y presionaba enloqueció a mi mujer que se
entregó totalmente.
- Vamos a otro lado, le dijo el dejando de besarla.
Vamos al estudio de tu maridito.
- No ahí pueden sorprendernos.
- Estoy sacado, o vamos a otro lado o te clavo
aquí mismo, dijo Gerardo empezando a bajar su
cremallera.
- Espera, vamos al baño de huéspedes que allí no
entra nadie.
Rápidamente crucé el pasillo y me metí en la
habitación de huéspedes. Entré al baño y me
escondí detrás de la cortina de la ducha, dentro
de la bañera, rogando que no me vieran.
Un par de minutos después se encendió la luz del
baño.
- Acá no estaremos muy cómodos, dijo Gerardo.
- Pero podemos trabar la puerta y si viene alguien
podés decir que está ocupado y no van a entrar.
Diciendo esto mi mujer trabó por dentro la puerta
a la que le faltaba el picaporte que se había roto
hacía unos días. Pero la traba era realmente
segura.
- Eres toda una zorra, putita. Bueno, a lo que
hemos venido, y sin más volvió a abrazarla y
besarla como antes, los dos parados en medio del
baño.
Levantando un poco la cortina, yo podía ver todo
lo que pasaba, y que debo reconocer me excitaba
sobremanera. Mi fiel esposa, enredada con un
jovencito que podía ser su hijo, en su propia casa,
a metros de su esposo y de su hija. El morbo era
fabuloso.
Hábilmente el muchacho la desnudó de la cintura
para arriba dejando sus pechos a la vista, para
empezar a comérselos con ganas, como si fuera a
reventarlos. Ella se limitaba a gozar y acariciarle la
cabeza, gimiendo y suspirando. Cuando la mano
del joven volvió a su sexo, ella tembló de pies a
cabeza. Sin dejar de comerle las tetas,
desabrochó su pantalón y lo deslizó hacia abajo
junto con su ropa interior, dejándola totalmente
desnuda.
- Eres mas hermosa de lo que imaginaba dijo
alejándose un paso para mirarla en detalle. Ella
colocó sus brazos en jarra en su cintura, dejando
que el la mirara a placer.
- ¿ No crees que estoy vieja?, preguntó insinuante
- ¿ Estás loca? Tienes el mejor polvo que he visto
en mucho tiempo, y diciendo esto se sacó la
remera mostrando un abdomen plano y
trabajado, y lentamente desabrochó su vaquero,
se sacó sus zapatos, y se los quitó quedando solo
con un slip que abultaba por su excitación.
- Para que veas que no miento. Mira como me
tienes, dijo apretando su pedazo.
Mi mujer se descalzó y terminó de desnudarse y
dudó en acercarse al muchacho.
Gerardo la miró y sin decir nada, bajó su slip y su
verga saltó como un resorte. Terminó de sacarlo
por sus pies, y comenzó a masturbarse
lentamente, descapuchando su herramienta para
volver a encapucharla. Era evidente lo que quería,
pero lo que no sabía era que mi esposa no era
fanática del sexo oral. Casi nunca conseguí que
me la chupara en todos los años que llevamos de
casado, así que iba a quedarse con un palmo de
narices. No pude menos que sonreirme.
Ella se acercó lentamente y con su mano derecha
tomó posesión del pedazo del macho, y siguió con
la masturbación, mientras lo besaba en la boca. El
la dejó hacer por un momento, luego tomándola
de los hombros la empujó hacia abajo, y ante mi
asombro, sin ofrecer resistencia, mi mujer se
agachó, y en cuclillas comenzó a pasar su lengua
por la verga de Gerardo, hasta terminar por
comersela, primero la cabeza y luego con
desesperación hasta llegar a que las pelotas del
macho golpearan su pera. Volvió a retirarse a
punto de ahogarse y volvió a tragarla por
completo, ante los gemidos del macho que no
podía creer lo que pasaba.
- Como la chupas mamita, como la chupas, sigue,
sigue, la alentaba el joven dirigiendo su cabeza
para que el trabajo bucal fuera más completo.
Por fin, luego de unos minutos la separó
violentamente. Estaba a punto de correrse y no
estaba dispuesto. Respiró profundo y buscando
los bolsillos de su pantalón extrajo un
preservativo. Cortó el envase con los dientes y
rápidamente enfundó su herramienta. Bajó la
tapa del inodoro y se sentó.
- Ven aquí y móntame, yegua, le dijo lo que
provocó que mi esposa se acercara y colocando
una pierna a cada lado del cuerpo de Gerardo,
tomó la verga con su mano y la dirigió a su sexo,
dejándose caer lentamente hasta empalarse por
completo, mientras gemía de placer. Gerardo le
sobaba las tetas y mi mujer comenzó a subir y
bajar por el mástil del macho.
Los gemidos y suspiros permitían saber sin dudas
lo que allí estaba pasando, y en voz cada vez mas
fuerte, producto de la calentura, Gerardo le decía
a mi esposa lo puta que era y como la estaba
clavando.
En ese momento veo una sombra en el vidrio de
la puerta del baño. Había alguien allí escuchando
todo lo que ocurría. La calentura de la pareja no
les permitió darse cuenta. La sombra se agachó.
Era evidente que estaba tratando de ver lo que
pasaba por el agujero que dejaba la manija
faltante. Me imaginé que la visión debía ser
alucinante. Solo rogué porque no fuera mi hija
quien estuviera mirando.
Los amantes seguian mientras tanto en plena
sesión, hasta que Gerardo se levantó sin dejar de
penetrarla. Mi mujer envolvió sus riñones con sus
piernas para no despegarse de esa vara de carne
que la llenaba tan satisfactoriamente, mientras se
colgaba de su cuello. Así, de parados, el macho la
siguió penetrando sin pausa. Era muy excitante
ver como movía sus caderas de arriba hacia abajo
para introducirse por completo en el sexo de mi
señora. En ese momento mi esposa se tensó y
comenzó a acabar como una loca, así suspendida
en el aire y teniendo como eje la verga de su
macho. Cuando la sintió venirse, Gerardo aceleró
aún más convirtiendo ese orgasmo en una serie
interminables, que la llevaron a gemir y gritar
descontroladamente, ante lo que el macho la
besó para silenciarla, porque corría el riesgo de
que la escucharan.
- Callate puta, que nos perdemos, le dijo cuando
terminó el orgasmo. Ahí nomás la bajo al suelo. Mi
esposa tenía las piernas flojas por el climax y le
costaba mantenerse parada. La llevó hasta el
lavabo, la dio vuelta, le hizo separar las piernas y
en esa posición, desde atrás la penetró
totalmente, llegando a levantarla del suelo con el
empujón que le dio. A continuación, la tomó de
los hombros y con envites largos entraba hasta el
fondo y luego salia casi por completo. Desde mi
posición podía ver completamente la escena y
debo reconocer que estaba muy caliente. El
muchacho la había sometido por completo mi
mujer gemía y lloraba sin pausa y se mantenía en
pie porque el macho la sostenía y tenía su vientre
apoyado en el lavabo. Por fin comenzó a acelerar
cada vez más, y con un largo gemido se metió
hasta el fondo y comenzó claramente a eyacular.
Se retiraba y volvía a hundirse hasta el fondo. 3,
4, 5 veces, para terminar cayendo sobre el
cuerpo de mi esposa que ya ni siquiera gemía.
Estaba destruída.
Muy despacio, Gerardo se retiró, recuperó el aire y
se sentó en el inodoro. Miró su verga y
lentamente sacó el preservativo. Se veía que
contenía una gran cantidad de semen.
- Mierda, me vaciaste yegua. No creo que me
haya quedado nada en los huevos, y eso que
hacía rato que no tiraba. Me lo llevo de recuerdo,
y haciéndole un nudo lo puso en el bolsillo de su
pantalón. Se vistió de prisa, y una vez que estuvo
presentable, se acercó a darle un beso en la
espalda a mi mujer.
- Gracias perrita, estuviste fantástica. Me voy para
que nadie sospeche. Dale saludos a tu maridito de
mi parte cuando lo veas, dijo dándole una
nalgada. De manera imperceptible, mientras esto
ocurría, se sintió un roce de ropas detrás de la
puerta que los amantes no alcanzaron a
escuchar, y a alguien que se alejaba.
Gerardo abrió la puerta y se fue rápidamente,
quedando allí solo mi esposa agotada sobre el
lavabo.
Antes que ella pudiera percatarse, otra persona
entró al baño. Era Lucas, otro amigo de mi hija.
Un típico nerd de anteojos, flacucho y sin
demasiada suerte con el sexo opuesto, como
comentaban siempre. Muy tímido y desgarbado.
Sin embargo hoy no era el mismo.
Sus ojos estaban inyectados de sangre y su rostro
estaba desencajado. Indudablemente era él quien
estaba del otro lado de la puerta. Cerró el pestillo,
y rápidamente abrió su bragueta y sacó una
verga gruesa y larga que hacía que la mía
pareciera de juguete. Me sorprendió que
semejante alfeñique portara semejante
herramienta. Para colmo estaba salvajemente
distendida y mientras avanzaba hacia mi mujer
masturbándose, su cabeza brillaba por el líquido
preseminal.
Sin pausa se ubicó a su grupa y apuntando su
lanza introdujo la cabeza en mi mujer sin decir
nada. Mi esposa se tensó ante la penetración y
tembló por un segundo, pero seguramente pensó
que era Gerardo quien seguía fornicando. Cuando
había entrado la mitad, seguramente algo
sospechó. Levantó la cabeza y con horror vio que
quien tenía detrás suyo no era Gerardo. Era el
pesado de Lucas. Trató de resistirse, pero el
muchacho previendo la maniobra la tomó del
cuello con ambas manos, y la ensartó hasta el
fondo apretándola contra el lavabo. La huída era
imposible.
- ¿ Que hacés hijo de puta? Alcanzó a decir mi
esposa semi ahogada.
- Tranquila que te vi tirar con Gerardo. Si no
quieres que se enteren todos, quedate quieta y
gozá, le dijo mientras empezo un mete y saca
feroz.
Mi esposa, todavía floja por el combate anterior,
se quedó paralizada ante lo que escuchó, y esos
segundos de duda fueron suficientes para que
Lucas se acomodara definitivamente y la
penetrara en toda la regla, entrando y saliendo de
su cuerpo con verdadera furia homicida. La
estaba partiendo en dos.
- Espera, por favor, espera, te conozco, no puedes
hacerme esto, dejame respirar, por favor que me
ahogas, suplicó
Por toda respuesta Lucas aflojó sus manos del
cuello de Viviana y la tomó por los hombros
mientras no cejaba en su intento de meterse
dentro de su cuerpo por completo.
- Despacio, que me partes, por favor, despacio,
animal, suplicaba mi mujer ya habiendo asumido
que la cogida era inevitable, pero sin embargo no
había fuerza humana que pudiera conseguir que
Lucas bajara sus arremetidas. Estaba totalmente
descontrolado y poseído por una excitación sin
límites. En un momento comenzó a gemir y fue
evidente que estaba acabando.
- Me quemas, hijo de puta, me quemas, no me
llenes, animal, lloraba mi esposa pero fue
increíble. Sin dejar de serrucharla la estaba
llenando. Unos segundos después un líquido
viscoso comenzó a brotar del sexo de mi mujer
pero ni así Lucas bajó el ritmo. Siguió cogiéndola
como si en eso le fuera la vida. Mi mujer dejó de
hablar para empezar a gemir, luego dejó de gemir
para empezar a suspirar, y por fin solo respiraba
agitadamente, tal era el nivel de sometimiento
que estaba soportando Y por fin, algo que parecía
imposible, empezó a acabar nuevamente, esta
vez más quedamente, sin tantos gritos pero si
llorando abundantemente. El nerd la había
conquistado por completo y ella había perdido
todo el dominio. Por fin, el nerd se retiró. Su verga
hizo un ruido como si hubiera destapado una
botella y mi mujer quedó desmadejada. La tomó
de la cintura y la sentó en el inodoro. Tomó su
boca y la obligó a abrirla y tragarse su verga, para
comenzar a masturbarse con su boca mientras le
sostenía la cabeza. Mi mujer estaba
prácticamente inconsciente, incapaz de entender
lo que pasaba. De a poco se fue recuperando.
- Dime si alguna vez has tenido una como esta en
la boquita, mamita, vamos, a que tu marido no
tiene una así, eh?, le decía mientras la tomaba de
la cabeza y se masturbaba con su boca.
Fueron unos cinco minutos de fellatio salvaje,
hasta que por fin se la enterró todo lo que pudo y
empezó a escupir semen en su boca. Luego de los
primeros chorros la sacó y regó su cara y sus
tetas con una cantidad increíble de semen,
máxime considerando que era su segunda
acabada. Mi mujer quedó allí con los ojos
cerrados, apoyada contra la pared y bañada en
semen de una manera humillante. Por fin todo
había terminado. O eso pensé. Lucas tomó su
verga morcillona y sin decir nada, comenzó a
orinarla con chorros potentes que sirvieron para
lavarle el semen que la cubría. Mi mujer sollozaba
sin poder reaccionar, y por fin, al final, tuvo otro
orgasmo más violento que los anteriores,
quedando casi inconsciente.
- Muy bueno todo, puta. Hace mucho que tenía
ganas de cogerte y someterte por completo. La
próxima vez va a ser mejor, te lo prometo.
Imaginate mi verga bien adentro de tu culo,
taladrándote como un martillo hidráulico. Sueña
con eso y ruega porque pronto tu hija organice
otra cena, así te daré lo tuyo. Se dio vuelta, lavó
su verga en el lavabo, se acercó a mi mujer y la
secó en su pelo el muy hijo de puta, para luego
irse como había venido.
Mi mujer se quedó sollozando sentada en el
inodoro. La había usado como una puta de
callejón. Lentamente se levantó, juntó su ropa y
viendo que no había nadie se metió de prisa en el
baño principal. Pude escuchar correr el agua de la
ducha. Salí y me dirigí a la habitación para
continuar con mi simulación de sueño.
Nada dije de lo que había visto. Mi mujer estuvo
unos días rara, pero no le pregunté porqué. A la
semana tuvimos el mejor sexo que recuerdo. La
manera en que me chupó la verga me
enloqueció. Tomó la iniciativa por primera vez en
su vida y consiguió hacerme acabar tres veces,
cosa que no había ocurrido ni cuando estábamos
de novios. Mientras la cogía, por mi mente
pasaban como una película las imágenes de su
encuentro con los jovencitos, y esto seguramente
fue lo que más me excitó.
El problema es que esta noche, mi hija ha vuelto
a invitar a sus amigos, y mi mujer, cosa rara en
ella, ha decidido vestirse con una pollera corta y
una remera sin corpiño, aduciendo que hace calor
y así está mas cómoda. Me ha dicho también que
sería conveniente que me acostara temprano y
tome una de mis pastillas para que los ruidos de
los chicos no me molesten.
Qué decidí hacer, será motivo de otro relato

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